Tomás Sánchez

Gestionar un mundo complejo

Por: Tomás Sánchez | Publicado: Miércoles 17 de enero de 2024 a las 04:00 hrs.
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Viajar en avión es un símbolo de las bondades y riesgos de nuestros tiempos. En la comodidad de cualquier rincón de nuestras vidas, compramos un pasaje en una aplicación que comparó el mercado completo para entregarnos la mejor opción a según nuestras preferencias. Subimos a una aeronave de última generación caminando y amanecemos al otro lado del planeta con total naturalidad, para después evaluar a la aerolínea según la simpatía de sus azafatas. 

No juzgamos sus protocolos de seguridad, el entrenamiento de su equipo técnico, ni sabemos sobre sus proveedores en destino. Ni hablar de entender el algoritmo que nos propuso ese vuelo, el mecanismo para compensar la aplicación gratuita, la investigación y desarrollo para tener mayor presión en cabina que 20 años atrás, o el piloto automático que operó durante 95% del vuelo. 

Vivimos rodeados de cajas negras que creemos entender. 

Acto seguido, abrimos el diario y se nos pregunta si creemos que el Banco Central debiese ser más agresivo en su baja de tasas frente al último e inesperado IPC. Una pregunta tan adecuada como preguntarles a los pasajeros del avión si prefieren volar a 10 o 20 mil pies. 

Hoy todos comentan todo. Es más, se suele decir que, por eso mismo, se ha democratizado el debate. El problema no es que comente cualquiera -muy bien por la libertad de expresión-, sino que cualquiera tenga un poder de influencia tal, que sea capaz de influenciar significativamente el debate sin tener los conocimientos necesarios. Así la democracia se debilita, pues la mal llamada democratización resulta en una banalización del conocimiento, y un empobrecimiento del debate; éste carece del rigor necesario para encontrar las soluciones correctas y, por lo mismo, esas soluciones no se encuentran. 

Una democracia más robusta y participativa no se construye ejecutando las soluciones que proponen muchos, sino atendiendo las prioridades de la mayoría, tanto programáticas como valóricas. Para responderle a su mandato, se necesita del rigor de la evidencia y método científico. Desde la academia hasta quienes ejecutan las tareas en cuestión, pasando por usuarios y expertos, pero evitando opinólogos. Así, el principal rol de los líderes de opinión debiese ser poner paños fríos al plantear soluciones simplistas, y explicar de la mejor forma la complejidad subyacente a los desafíos en cuestión. Opinar y plantear soluciones pasa por hilar fino, construir matices, sopesar opciones, y analizar visiones contrapuestas, para finalmente manejar expectativas. Un proceso bastante más aburrido que el clásico mesianismo demagogo de Latinoamérica.

Sólo así lograremos poner en su lugar a los charlatanes, y en el sitial correcto al rigor y el conocimiento. Con esa premisa podremos abordar los problemas en detalle, dado que no se resuelven sólo con promesas y presupuesto. Hablaremos de narcotráfico como un problema sistémico, donde necesitamos comenzar por revisar el consumo de drogas en la población y llegar hasta la rehabilitación en las cárceles. Al abordar la salud, podremos reconocer lo mucho que hace Fonasa con poco, pero también sus carencias. El rigor nos permitirá entender que no basta con decir que el litio es chileno para que nos deje más recursos a todos, ni que mejorará la educación pública porque simplemente así lo queremos.

Gestionar un mundo complejo requiere toneladas de rigor y conocimiento, y necesitamos ser conscientes de aquello.

Tomás Sánchez V.

Investigador asociado de Horizontal, autor de “Public Inc.”

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